El cuento de Caperucita Roja revela la sexualidad de una niña en la pubertad para la que no está preparada. Duda entre lo que quiere hacer y lo que le dice su madre que debe hacer. Hay un componente de narcisismo, pues le gusta ser seducida y que el lobo (trasunto del padre) le dedique toda su atención. El mito de Eva está representado en el hecho de que es la figura femenina la que se deja tentar por su curiosidad. Caperucita desobedece la orden de no hablar con desconocidos y se deja embaucar por el lobo.
El relato diferencia entre el poblado, habitado y seguro, y el bosque, lleno de peligros. Esta contraposición era típica de la Edad Media, cuando se gestó originalmente el cuento. En los cuentos, los personajes son o buenos o malos. Maldad y bondad nunca están presentes a la vez en una persona, como ocurre en la realidad, sino en forma de arquetipos. Y es que los niños no están preparados para la ambigüedad, necesitan certezas que la literatura les proporciona. La literatura cumple una función terapéutica.
Casi todos los niños temen el sexo, pero a la vez quieren descubrir los secretos eróticos de los adultos. En la versión de Perrault, Caperucita está asustada y a la vez fascinada por el lobo: "¡Qué boca tan grande tienes!". Inconscientemente, busca la excitación. Bruno Bettelheim dice en Psicoanálisis de los cuentos de hadas que "muchos padres creen que deben ocultar a sus hijos los instintos de sexo y violencia y solo presentarles la cara amable de la vida". Pero los cuentos, en sus versiones antiguas, sí mostraban ese lado oscuro, aunque con el tiempo se fueron edulcorando. Por ejemplo, en la Caperucita de Perrault (1697), el lobo se come a la niña y a su abuela. En cambio los hermanos Grimm introdujeron al cazador que las salva en su versión de 1812. La norma del final feliz se hizo obligatoria en las películas de Disney.
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